Barack Obama y Jorge Mas Santos, chairman de la Fundación Nacional Cubano Americana |
Las conciliaciones y contradicciones entre norteamericanos y europeos respecto a cómo “pilotear” la transición hacia la democracia del actual régimen cubano llegó al clímax en 1996 cuando EE.UU. aprobó la Ley Helms-Burton.
Y es que el Viejo Continente supedita su política hacia Cuba a lo
mucho que tiene que perder en caso de ocurrir una transición violenta y se
circunscribe a apoyar y recomendar recetas reformistas.
Ahora mismo, está a punto de enterrar definitivamente la Posición
Común y contraer un acuerdo comercial con Cuba. Teme quedar fuera del negocio
del Puerto de Mariel, el que Cuba le ha puesto en bandeja con amplias ventajas
económicas.
Cuando en el 2003 el régimen castrista reprimió a 75 disidentes, en la
llamada Primavera Negra de Cuba, en la
que estas personas eran encarceladas impunemente e iban a parar a inmundas
celdas de castigo, Europa solamente
implementó medidas diplomáticas sin mayores consecuencias.
España, por poner un ejemplo, ha dicho que, en caso de una transición violenta,
asumirá en consecuencias todos los costes.
Por cohonestar con la dictadura desembolsará millones de euros al
tener que indemnizar a miles de cubanos y políticamente, respecto al área
latinoamericana, perdería influencia entre sus congéneres europeos.
No en vano el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), respaldado por
otras formaciones políticas, a partir del 2007 intensificó la promoción mediática
de figuras de la disidencia interna a fin de que en el futuro ocupen
responsabilidades de gobierno y garanticen los intereses políticos y económicos
españoles en Cuba.
Desde 2010, los EE.UU. ha vuelto a la política trazada
por el otrora mandatario Bill Clinton, nacida del pacto de inhabilitación
reciproca de la Ley Helms-Burton y la Posición Común: EE.UU. se comprometió a
prorrogar la puesta en práctica del Capítulo III de la mencionada ley a cambio
de que Europa no traficara con las propiedades estadounidenses confiscadas por
el régimen castrista y detuviese las inversiones en la isla.
Aun cuando Barack Obama sigue las pautas de su predecesor
demócrata va en pos de su propio proyecto respecto a cómo inducir y producir
los cambios democráticos en Cuba.
Inicialmente eliminó las restricciones de envíos de
dinero y viajes a la isla, luego añadió nuevos elementos al programa de Pueblo a Pueblo y en las
perspectivas inmediatas reformará la anfibológica política de sus antecesores.
La política del intercambio cultural es la punta de lanza
del proyecto obamista, que ha logrado lo que no lograron 50 años de propaganda
anticastristas: poner a la defensiva al régimen castrista y disminuir los
niveles de intolerancia entre los cubanos de la diáspora.
Ciertamente, en el bastión del exilio cubano, sin peores
consecuencias, cualquiera puede opinar y tener una opinión discrepante de los
poderosos poderes.
Ni el intercambio cultural ni el embargo están a debates,
sino una realidad subyacente: la integración Americana Cubana, Yuma-Cuba
o Cuba-Yuma, como se conoce este plan entre los
intelectuales-empresarios cubanoamericanos de donde partió la idea inicial.
Evidentemente, la doctrina del Destino
Manifiesto estaría influyendo en el
plan obamista ya que la democracia en el hemisferio ha retrocedido
considerablemente.
Recuérdese que el presidente Woodrow Wilson redefinió el
Destino Manifiesto con una perspectiva mundial.
Según Wilson «El
mundo debe hacerse seguro para la democracia».
Al término de la primera guerra mundial, en 1920, en su
mensaje al Congreso, declaró:
...
Yo pienso que todos nosotros comprendemos que ha llegado el día en que la
Democracia está sufriendo su última prueba. El Viejo Mundo simplemente está
sufriendo ahora un rechazo obsceno del principio de democracia (...). Éste es
un tiempo en el que la Democracia debe demostrar su pureza y su poder
espiritual para prevalecer. Es ciertamente el destino manifiesto de los Estados
Unidos, realizar el esfuerzo por hacer que este espíritu prevalezca.
La hechura cívica de la Yuma Cuba viene del exitoso empresariado cubanoamericano que tiene
la visión de recuperar a Cuba a través de los EE.UU.
La matriz de esta idea está en que cada empresario podría
“ser un norteamericano en función de los cubanos y un cubanoamericano
para los norteamericanos”.
El plan de Obama estaría haciéndose en dos fases: una primera
etapa de intercambio socio-cultural y posteriormente, en la era postcastrista, abordar
la unificación económica y política.
La lógica indica que Obama, en las perspectivas
inmediatas, podría estar decidiendo cuál será su relación futura con Cuba, dado
los competitivos megas proyectos económicos que acomete la isla conjuntamente
con Brasil y la recién aprobada Ley de Inversión
Extranjera, que permite que los cubanos residentes en el exterior inviertan
en la isla, y enfrentar, de una vez y por todas, la barrera casi infranqueable
de la codificación de las leyes del embargo, de la que se enorgullece su autor
el excongresista Lincoln Diaz-Balart, consistente en el “blindaje político” a
los decretos presidenciales sobre las prohibiciones al comercio, el
financiamiento y el turismo masivo de Estados Unidos con Cuba al estar condicionados
a “la
liberación de todos los presos políticos, sin excepciones; la legalización de todos los partidos
políticos, sin excepciones, de la prensa independiente y de los sindicatos
obreros libres; y la convocatoria de elecciones libres con supervisión
internacional”.
A mediano plazo podría estar manejando la idea de
designar un encargado plenipotenciario para la transición cubana a fin de implementar
la hoja de ruta prevista.
En el Plan de Obama no parece estar la eliminación
completa del embargo si no establecer una política realista de cómo inducir el
proceso transformador a partir de un acercamiento más estrecho con la isla a
fin de potenciar los factores reales del cambio democrático.
A solicitud de Obama, legisladores demócratas pudieran
proponer en el Congreso la realización de un referendo puntual sobre la política
hacia Cuba. La iniciativa legislativa estaría avalada por la reciente encuesta
de Atlantic Council en la que la mayoría de los norteamericanos apoyan un
cambio de la política de Estados Unidos hacia Cuba.
Atlantic
Council fue fundado en 1961 con el propósito de estimular el diálogo y la
discusión sobre asuntos críticos de la situación internacional y promover el
consenso para las respuestas apropiadas del Gobierno y el Congreso
estadounidense.
El antiguo
presidente de esta organización Chuck Hagel es el actual secretario de Defensa y el general James L. Jones, antaño jefe de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pasó de director ejecutivo
de la agrupación a consejero de Seguridad Nacional.
El presidente de Atlantic Council, Jon Huntsman, ex gobernador del estado de Utah, fue nombrado por Obama embajador en China en 2011, cargo que abandonó para aspirar sin éxito a la nominación de la candidatura republicana a la presidencia en 2012.Independientemente, de la posibilidad de un trasfondo en la referida encuesta lo cierto es que se puede percibir cambios cualitativos en el debate sobre la política norteamericana hacia Cuba.
En la isla la idolatría colectiva por todo lo norteamericano indudablemente constituye un soporte imaginativo al plan de Obama.
El odio visceral al “imperialismo yanqui” diseminado por la propaganda castrista devino en una yanquimania desmedida que el régimen ni nadie puede evitar ni controlar de ninguna manera.
¿Qué estaría haciendo el régimen para evitar la consecución del nuevo “plan injerencista” de EE.UU.?
En mi artículo-declaratorio «Manifiesto de Güaracabaya» digo: “Raúl Castro tiene claro la posibilidad de éxito de este plan obamista e insiste en hablar con la Administración estadounidense antes de dejar este mundo. No con el fin de aliarse a los americanos, él sabe perfectamente que los americanos jamás aceptaran pactar con ningún Castro ni ninguno de sus sucesores pero trabaja arduamente a fin de refundir el proyecto socialistoide de su hermano mayor acercándose a su enemigo jurado”.
CONCEPTOS:
En
ciencias sociales:
Transición
política, entendida
normalmente como transición a la democracia.
Ejemplos:
Transición
española.
La Transición Española es el período histórico durante el cual se
llevó a cabo el proceso por el que España dejó atrás el régimen dictatorial del
general Francisco Franco y pasó a regirse por una constitución que consagraba
un Estado social y democrático de Derecho.
Transición chilena a la democracia.
Transición portuguesa a la democracia.
Régimen
político, en ciencia
política, es el nombre que se da al conjunto de instituciones políticas por
medio de las cuales un Estado organiza la manera de ejercer el poder sobre la
sociedad. Cabe señalar que esta definición también es válida para los gobiernos
considerados ilegítimos
Tales instituciones tienen como objetivo regular la lucha por el poder
político y su ejercicio, lo que incluye la relación entre aquellos que ostentan
la autoridad y el resto de la sociedad.
El régimen político adoptado por un Estado no debe ser confundido con
su forma de Estado (Estado unitario o federal) o con su sistema de gobierno
(presidencialismo o parlamentarismo, entre otros).
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