Las prohibiciones y restricciones que impuso Fidel
Castro al Pueblo cubano durante décadas fueron eliminadas
de un plumazo por su
hermano Raúl Castro en 2008.
Fidel y Raúl Castro |
La aplicación de esta medida surgió tras la visita
a la Isla del ex presidente brasileño Inacio Lula Da Silva, que se reunió con Fidel y Raúl y les sugirió iniciar cambios en el sistema a fin de congraciarse
con la Comunidad Internacional.
Lula le comentó a los Castro la credibilidad que
ganó su gobierno cuando permitió la entrada al país del Relator sobre la
Tortura, Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes del Consejo de los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas, que visitó las cárceles y prisiones
brasileñas.
Brasil elevó a Cuba al rango de prioridad número uno en sus asuntos de Estado y efectuó un intercambio de cancillería a cancillería a fin de mejorar la situación de los derechos humanos en la Isla.
En Cuba, salvo contadas excepciones casi siempre
la de los opositores alineados a la línea radical del exilio, nadie dice que no
habido cambios desde que Raúl Castro asumió el poder; como tampoco nadie
presagia hasta donde llegarán los parches raulistas para atajar el
derrumbamiento del sistema y si conducirán a la transición democrática del
régimen.
El castrismo totalitario ya no existe, quedó en la
figura de su fundador Fidel Castro, y es hoy un régimen en franca evolución:
cambia la base económica sobre la que se sostiene, transfiere los mandos del
poder entre la élite gobernante; una peculiaridad del Poder para el poder; y transfigura
su fisonomía para parecer menos inhumano.
Fidel no ha objetado los cambios de Raúl, todo lo
contrario los respalda con su silencio o los apoya con su presencia en actos
públicos. Estuvo presente en dos momentos culminantes de la instauración del
nuevo régimen: cuando su hermano menor asumió las riendas del Estado y Gobierno
tras las votaciones generales del Poder Popular en 2008 y en 2013 en la ascensión
a número dos de la nomenklatura castrista de Miguel Díaz – Canel Bermúdez.
El pos totalitarismo de Raúl Castro tiene por
delante muchas cosas por resolver, principalmente una: poner fin al conflicto
que tiene lugar en la Isla hace 55 años cuya solución no sería definitiva si no
abre espacios de participación ciudadana, reconoce a la oposición interna y
permite el regreso de los exiliados sin condicionamiento alguno.
En estos precisos momentos parece entrar en una dinámica
de cambios profundos o al menos da a entender que puede ir más allá de las
reformas económicas cuanto permite la salida y entrada al país de la disidencia
y la oposición interna.
¿Acaso prepara una «oposición domesticada»,
partidos políticos al estilo de los que existen en China, Vietnam y Korea del
Norte? O ¿Hay algo más detrás de este subrepticio reconocimiento?
Raúl Castro parece estar dispuesto a zanjar el
diferendo histórico con los EE.UU. y le ha "servido la mesa" a la
Administración Norteamericana llamándola reiteradamente a negociar asuntos
bilaterales en el marco del más absoluto respeto a la soberanía nacional.
Se puede pensar únicamente que el castrismo busca
el crédito blando de la banca norteamericana, pero la realidad es que Raúl Castro está decidido a eliminar los
obstáculos políticos para potenciar la perpetuidad del sistema socialista en la
Isla; un castrismo menos «ideologizante», interconectado a la globalización de
los mercados e insertado en la geopolítica mundial de la mano de las economías emergentes.
En muchos aspectos, el neo castrismo raulista se
parece a su antecesor: persigue y reprime a sus oponentes políticos, restringe
las libertades ciudadanas y se resiste a realizar cambios profundos en el
sistema. En consecuencia, sigue siendo un régimen despótico, dictatorial y tiránico
instituido constitucionalmente, que desmiente la teoría de la identidad del
poder con la sociedad.
Según el politólogo francés Bertrand de Jouvenel,
“(…) aun suponiendo que el poder, consiste en la pura fuerza y explotación,
siempre deberá tender a transigir con sus súbditos, a acomodarse a sus
necesidades y aspiraciones y que, a pesar de estar animado por un puro egoísmo
y de considerarse a sí mismo como fin, acabará sin embargo, por un proceso
necesario, favoreciendo los intereses colectivos y persiguiendo fines sociales.
Acabará por «socializarse», pues lo necesita para poder mantenerse”.
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