viernes, 17 de enero de 2014

Autopsia final del castrismo

Las prohibiciones y restricciones que impuso Fidel Castro al Pueblo cubano durante décadas fueron eliminadas 
Fidel y Raúl Castro
de un plumazo por su hermano Raúl Castro en 2008.

La aplicación de esta medida surgió tras la visita a la Isla del ex presidente brasileño Inacio Lula Da Silva, que se reunió con Fidel y Raúl y les sugirió iniciar cambios en el sistema a fin de congraciarse con la Comunidad Internacional.

Lula le comentó a los Castro la credibilidad que ganó su gobierno cuando permitió la entrada al país del Relator sobre la Tortura, Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes del Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que visitó las cárceles y prisiones brasileñas.


Brasil elevó a Cuba al rango de prioridad número uno en sus asuntos de Estado y efectuó un intercambio de cancillería a cancillería a fin de mejorar la situación de los derechos humanos en la Isla.

En Cuba, salvo contadas excepciones casi siempre la de los opositores alineados a la línea radical del exilio, nadie dice que no habido cambios desde que Raúl Castro asumió el poder; como tampoco nadie presagia hasta donde llegarán los parches raulistas para atajar el derrumbamiento del sistema y si conducirán a la transición democrática del régimen.

El castrismo totalitario ya no existe, quedó en la figura de su fundador Fidel Castro, y es hoy un régimen en franca evolución: cambia la base económica sobre la que se sostiene, transfiere los mandos del poder entre la élite gobernante; una peculiaridad del Poder para el poder; y transfigura su fisonomía para parecer menos inhumano.

Fidel no ha objetado los cambios de Raúl, todo lo contrario los respalda con su silencio o los apoya con su presencia en actos públicos. Estuvo presente en dos momentos culminantes de la instauración del nuevo régimen: cuando su hermano menor asumió las riendas del Estado y Gobierno tras las votaciones generales del Poder Popular en 2008 y en 2013 en la ascensión a número dos de la nomenklatura castrista de Miguel Díaz – Canel Bermúdez.

El pos totalitarismo de Raúl Castro tiene por delante muchas cosas por resolver, principalmente una: poner fin al conflicto que tiene lugar en la Isla hace 55 años cuya solución no sería definitiva si no abre espacios de participación ciudadana, reconoce a la oposición interna y permite el regreso de los exiliados sin condicionamiento alguno.  

En estos precisos momentos parece entrar en una dinámica de cambios profundos o al menos da a entender que puede ir más allá de las reformas económicas cuanto permite la salida y entrada al país de la disidencia y la oposición interna.    

¿Acaso prepara una «oposición domesticada», partidos políticos al estilo de los que existen en China, Vietnam y Korea del Norte? O ¿Hay algo más detrás de este subrepticio reconocimiento?

Raúl Castro parece estar dispuesto a zanjar el diferendo histórico con los EE.UU. y le ha "servido la mesa" a la Administración Norteamericana llamándola reiteradamente a negociar asuntos bilaterales en el marco del más absoluto respeto a la soberanía nacional.

Se puede pensar únicamente que el castrismo busca el crédito blando de la banca norteamericana, pero la realidad es que Raúl Castro está decidido a eliminar los obstáculos políticos para potenciar la perpetuidad del sistema socialista en la Isla; un castrismo menos «ideologizante», interconectado a la globalización de los mercados e insertado en la geopolítica mundial de la mano de las economías emergentes.

En muchos aspectos, el neo castrismo raulista se parece a su antecesor: persigue y reprime a sus oponentes políticos, restringe las libertades ciudadanas y se resiste a realizar cambios profundos en el sistema. En consecuencia, sigue siendo un régimen despótico, dictatorial y tiránico instituido constitucionalmente, que desmiente la teoría de la identidad del poder con la sociedad. 

Según el politólogo francés Bertrand de Jouvenel, “(…) aun suponiendo que el poder, consiste en la pura fuerza y explotación, siempre deberá tender a transigir con sus súbditos, a acomodarse a sus necesidades y aspiraciones y que, a pesar de estar animado por un puro egoísmo y de considerarse a sí mismo como fin, acabará sin embargo, por un proceso necesario, favoreciendo los intereses colectivos y persiguiendo fines sociales. Acabará por «socializarse», pues lo necesita para poder mantenerse”.       

El castrismo reciclado de Raúl Castro filosóficamente está más cerca de la democracia, de su democratización, que su predecesor el totalitarismo de Fidel Castro, pues ha cedido parcelas del poder a los sojuzgados. Al parecer no quiere pasar lo que le pasó a la democrática Atenas hace unos 2000 años que perdió su imperio cuando hizo intolerable su dominación.  

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