martes, 4 de septiembre de 2012

Plebiscitar el castrismo


¿Por qué el régimen cubano presta una atención especial a las elecciones? ¿Sería posible convertir las votaciones actuales en un proceso plebiscitario donde pierda legitimidad?

Las adelantadas elecciones de 1997-1998, antes de la visita a la isla del papa Juan Pablo II, estuvieron permeadas por el afán totalitario del régimen de obtener un éxito rotundo y como nunca tuvo obstáculos en contra obviamente logró los resultados superando incluso sus propios cálculos.

El entonces gobernante Fidel Castro presentó a Su Santidad un pueblo supuestamente conforme con el sistema político siendo desmentido públicamente en la Plaza Antonio Maceo por el obispo Pedro Meurice cuando se refirió a la despersonalización que había sufrido el cubano al confundir la patria con un partido, la nación con el proceso histórico vivido en las últimas décadas y la cultura con una ideología.


La obtención del respaldo popular está continuamente en los despropósitos políticos del régimen, que ha llegado al punto de blindar la Constitución al proclamar la irreversibilidad del orden político.

Mas, sin embargo, los sufragios han servido también para que los que siempre se han opuesto  al régimen planteen sus tácticas oposicionistas, como ocurrió en los comicios generales del 2002 – 2003, en que la oposición interna actuó resolutivamente.

En Santiago de Cuba, por ejemplo, los opositores locales, circunscriptos en pequeños grupos de defensores de los derechos humanos y promotores de la sociedad civil, llevaron a cabo una campaña silenciosa en contra de las elecciones promoviendo la anulación de la boleta mediante el escrito de consignas en contra de la dictadura. En el escrutinio de los votos  participaron varios disidentes y eso llamó la atención de la población, que quedó atónita ante el actuar civilizado de los antagonistas santiagueros.

A pesar de que el Partido Comunista local pidió a sus militantes cerrar filas alrededor de un solo aspirante, hubo de hacerse las dos vueltas electorales ya que los candidatos propuestos en la primera fase no alcanzaron la mitad más uno de los votos para ser elegidos.

En la segunda vuelta más del 50% de los delegados de circunscripción no obtuvieron los votos necesarios, pero el régimen se negó aceptar los resultados por las consecuencias económicas y políticas de este hecho.

La octogenaria dirigencia castrista no estaba dispuesta a pagar el coste político, al cobrar fuerza el cuestionamiento al modelo socialista, planteado desde que se estableció en 1976, ni a tener un quebradero de cabeza al contraer más deudas para sufragar nuevos comicios.

Según la Constitución cuando en segunda vuelta ninguno de los contendientes políticos logra los votos requeridos el proceso electoral se paraliza y deben realizarse nuevamente los comicios desde el inicio.

El desmantelamiento de la dictadura no es cuestión de tiempo,  sino de circunstancias políticas y éstas están dadas en el accionar estratégico del Movimiento No Violento Cubano, que tiene la encomiable tarea de construir la Esfera Pública  a través de canales emergentes de participación ciudadana para actuar directamente en la transformación del componente político del sistema.

Según la estadística oficial, en la que no se puede confiar porque podría haber sido más los votos computados, se puede decir que hay varios antecedentes de que en Cuba pudiera producirse una desobediencia  civil en las urnas, me remitiré exclusivamente a citar los resultados de las votaciones de 2002 – 2003 para que cada cual haga sus observaciones al respecto.

En esos comicios fueron anuladas 425 446 boletas: 222 576 en blanco y otras 202 870 invalidadas por tachaduras.

A tenor de ésta y otras consideraciones es que concebí la campaña Votantes en Blanco consistente en un llamamiento a anular la boleta electoral y a participar en el escrutinio de los votos para impedir el fraude electivo.

La idea es la movilización ciudadana y computar el descontento para un cuestionamiento a fondo del sistema político

Para una población expectante ser un elector en blanco es una motivación válida que contribuye a superar la sensación de impotencia política que hay en la sociedad cubana.

El votante cubano tiene que tener la posibilidad de castigar políticamente a quienes no lo representan y de esa forma quebrar uno de los pilares sobre el que se sostiene el régimen castrista. Lo ideal fuese que el voto de castigo determinase el escaño electoral pero en Cuba eso es prácticamente imposible por ahora.

Históricamente está demostrado que el abstencionismo no le causa daño al régimen, todo lo contrario, lo consolida en el poder.

Considero que sólo sabiéndose de antemano que no saldría reelecto, podría plantearse el alejamiento de las urnas electorales ante una posible reelección del gobernante Raúl Castro si se sometiese al escrutinio directo de los ciudadanos.

El Dr. Martin Luther King, Jr., decía que en la campaña civil no violenta existen cuatro fases: recopilación de información para determinar si existen injusticias; negociación; auto-purificación y acción directa. En Cuba, la lucha cívica no violenta está en la última fase y no queda  otra alternativa que tensar la cuerda para inducir o producir las transformaciones democráticas.

Plebiscitar el castrismo está en las manos de todos y si se hace la voluntad del soberano pueblo de Cuba ya está hecho.

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