Fidel Castro y Benedicto XVI |
Cualquier análisis referente a más de medio siglo de dictadura castrista se detiene en un punto: ¿hay alguien detrás del sostenimiento de esta estructura de poder y represión que ha llevado al país a la más absoluta miseria? ¿Cuáles son los poderes ocultos de la Tiranía que la han hecho invulnerable?
El Venerable Maestro de la logia masónica Propaganda Due (P2), Licio Gelli, (Pistoia, Italia, 1919), conocido como "El hombre de las mil caras" o "El titiritero siniestro", sustentaba su poder en la información acumulada. Fue agente de la CIA y por sus buenos oficios formó parte de la delegación de invitados a la toma de posesión de Ronald Reagan en 1981.
Se dice que entre Licio Gelli y Fidel Castro hubo alguna combinación porque explotaron mercados comunes y consiguieron una posición de poder y protección absoluta.
Gelli fue uno de los artífices de la conocida operación "Gladio" donde se forjaron secretas alianzas entre la mafia y ciertos funcionarios del Vaticano. En esta artimaña sacro- tramposa había millones de las antiguas liras italianas repartidas entre políticos, periodistas e interesados, que adulteraron elecciones, secuestraron y asesinaron a muchos de los que tuvieron la osadía de asociarse a los comunistas.
Como dice la colega Amelia María Doval, de la que tomé los anteriores apuntes para hacer este trabajo, si la “hostia sagrada” o la “ostra sagrada” no tocó al “señor de los discursos”, obviamente es porque él formaba parte del concordato o tenía alguien que disuadía cualquier embestida contra su figura.
Cuando Benedicto XVI realizó su visita a Cuba en el primer trimestre de este año el cuestionamiento fue mordaz: ¿Qué podría reportar Su Santidad a los cubanos de la isla dada la crítica situación económica que atraviesa el país y el aferramiento al poder de la cúpula gobernante?
Lo más interesante de la visita papal – y cito comentario de Amelia María Doval-- fue el encuentro entre Benedicto XVI y Fidel Castro cuanto en tanto el Sumo Pontífice y el Anciano Dictador se dijeron cosas al oído y se dieron un inusitado estrechón de manos donde el Patriarca de la Iglesia Católica tocó con su dedo pulgar el nudillo del dedo índice del Tirano.
¿Podría decirse qué hubo un intercambio codificado y la reafirmación de un compromiso que va más allá de sus condiciones políticas- religiosas? Pudiera ser, pero eso hay que dejarlo al tiempo que será el que dirá que hay detrás de los encuentros y desencuentros entre el régimen y la Iglesia Católica durante 53 años.
Dentro y fuera de Cuba se dice que la Iglesia conexa con el régimen y promueve una política apaciguadora para evitar su colapso. ¿Hay razones para pensar así? Sin dudas que las hay dado que las inflexiones de la Iglesia resultan a veces sospechosas. Sin embargo, también hay motivos para creer que es todo lo contrario puesto que esta institución milenaria ha sabido sortear con acierto los imponderables del camino desarrollando una estrategia de sobrevivencia en las condiciones más difíciles.
Es bien conocido que la Curia Romana o Curia Vaticana, conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y de la Iglesia Católica, denominados dicasterios, bajo la dirección del Papa, que ejercen las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, para sus relaciones con el mundo profano ha diseñado una política de distintas velocidades según el nivel y las características del territorio eclesial en cuestión.
En Cuba como en cualquier otro país comunista la Iglesia presenta dos discurso: uno hiperbólico y otro fatuo, que desafortunadamente a veces llegan a ser una entelequia incomprensible o chocante, como ha ocurrido con ciertos planteamientos de la jerarquía episcopal, que han estado alejados de la realidad que vive el país al tomar distancia de la emergente sociedad civil y del conflicto no violento que tiene lugar en la Isla.
Cuando empezaron las virulentas críticas al clero, tras el anuncio de la liberación de los presos políticos cubanos en el verano de 2010, quedó claro que la Iglesia no sabía cómo enfrentar la situación y para no caer en la trampa tendida ha dejado que el tiempo pase para que las cosas tomen su lugar.
Históricamente el anticlericalismo ha sido inducido subrepticiamente desde la estructura estatal y desde sectores recalcitrantes del exilio que azuzan el espíritu de la discordia para indistintamente proteger sus intereses y timonear el proceso sucesorio o transicional según convenga.
Los que atacan al clero se han propuesto paralizar cualquier intento de negociación en el que no se garantice sus hieráticos intereses y obviamente el centro de las diatribas acusatorias es el Cardenal Jaime Ortega por su papel “conextante” con el régimen, llámesele, más bien, el trabajo de “fontanería”, que, como máximo representante de la Iglesia en la Isla, le toca realizar en aras de la institución y la sociedad.
Los que tratan de relegar a la Iglesia a una condición subsidiaria sin protagonismo alguno no hacen otra cosa que darle más contenido de maniobra y apuntalar su papel mediador en el conflicto no violento cubano, que tarde o temprano se resolverá por la vía del diálogo y la negociación.
La Iglesia Católica cubana, al igual que el régimen, tiene capacidad de convocatoria y ese hecho le hace una imprescindible interlocutora entre la Dictadura y la Oposición en el proceso reconciliatorio cubano y la transición democrática.
El papel activo de la iglesia lo realizan los clérigos y los laicos de base, que tienen la obligación de llevar la misión pastoral de forma limpia y consecuente y que cuentan con el apoyo de las diversas instancias.
Cuando el arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García, negó el saludo a Raúl Castro durante la ceremonia de despedida de Benedicto XVI fue algo que asombró a muchas personas en el mundo, sin embargo, actitud como ésta la hacen a diario muchos párrocos en la Isla ante los exabruptos de las autoridades gubernamentales que le ponen trabas a su misión social.
Entre el régimen castrista y la Iglesia Católica hay aquello de que “yo sé que tú sabes que yo sé” y ambos poderes se dedican a pujar por mantener su control e influencia en la sociedad según la coyuntura política y económica del momento.
Ni la Iglesia Católica ni el Cardenal Ortega necesitan defensores porque se saben defender y esa es la razón por la que el régimen y sus iguales contrarios tienen pérdida la batalla.
Así las cosas, vayamos poniendo en orden las prioridades reivindicativas que los resultados de los esfuerzos libertarios y democratizadores podrían estar al doblar de la esquina….
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