viernes, 4 de febrero de 2011

Ciudadano vigilante


En cualquier lugar del mundo hoy en día hay que hablar de participación y cultura ciudadana como también de disciplina y civismo. Las personas no pueden estar ajenas a algo que le es vital para la vida.

Los gobiernos dicen que el pueblo es el que manda, pero todo el mundo sabe que quien manda es la cúpula gobernante y sus acólitos, en definitiva los que ostentan los poderes públicos que se erigen por encima de todo. Por lo tanto no hay caso o equívoco de cómo debe plantearse el asunto en términos políticos: la esencia de la gestión cívica es el empoderamiento ciudadano y las demás tareas constituyen cuestiones complementarias.

Digamos sólo tres cosas: en el ámbito de los derechos hay que trabajar concienzudamente y ser pragmáticos en la enseñanza de los mismos, es lo primero; segundo, priorizar los recursos a acciones concretas que conlleven al ejercicio del poder y finalmente estar presente en las políticas públicas.


El "ciudadano vigilante", ese que está atento a las políticas de gobierno, encarna la corresponsabilidad ciudadana y el empoderamiento del pueblo con sus autoridades

Es difícil o imposible construir democracia y empoderamiento sin hacerlo. Una cosa es protestar y denunciar las constantes violaciones de derechos humanos y otra el activismo cívico.

El poder no es algo que tiene un individuo intocable y los demás resisten sino que está en cada persona, en sus libertades y derechos, y se materializa cuando se ejercen públicamente.

El compromiso ciudadano muestra cómo se incrementa el poder de las personas. Se sabe que hay intereses poderosos que lo impiden, pero nunca serán lo suficientemente fuerte para evitar que ese poder se manifieste abiertamente.

Cuando los intereses se hacen públicos, dejan de ser intocables. Por ejemplo, si el Gobierno invierte recursos en cuestiones ajenas al bien común, tiene que existir la certeza de que eso puede cambiar. Máxime cuando las personas pagan impuestos y cada peso mal gastado afecta a todos. Las acciones de los funcionarios públicos tienen que estar en la mira de los ciudadanos y críticar su mal proceder.

Los ciudadanos deben oponerse enérgicamente al padrinazgo político y proponer candidaturas alternativas de personas responsables y comprometidas con la comunidad. No puede existir infinitamente una clase política o un Régimen que designe quién será el "elegido".

El poder no llega de ningún lugar, el poder está en cada persona; en su activismo, en participar y sentirse comprometido con los suyos, con su país, con la nación.

El empoderamiento ciudadano es sencillamente gente comprometida que quiere cambiar las cosas y no meras ideas circunscritas a un deseo o una acción cívica con la mira puesta en la fama o en establecer un territorio exclusivo.

Por la singularidad de Cuba, los cubanos somos muy especiales, he propuesto la concienciación cívica a través del Plebiscito Nacional Cubano cuya iniciativa plantea claramente el empoderamiento ciudadano.

Hay que dejar a un lado la creación de estructuras y súper estructuras opositoras divorciadas de la población, que para colmo están compartimentadas y penetradas por la inteligencia castrista, y tomar en serio el empoderamiento como herramienta de cambio y de concreción de una mentalidad estratégica proactiva.

En un futuro no muy lejano esas ideas serán necesarias plantearla y materializarlas inteligentemente (cuando exista el espacio público), pero ahora son insustanciales ante la perentoria necesidad de construir una ciudadanía responsable.

Si la Oposición interna no quiere seguir sola en la descomunal empresa de cambiar el régimen político, tiene que trabajar con la gente, con todas las personas, y con una única condición: comprometer a cada ciudadano en el proceso transformador y hacer que actué en la dirección de los cambios democráticos.

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